Primero tu boca,
constante
de cada palabra
que sangro.
Universo de líneas paralelas,
cuerpo visible,
parto indiscutible
del deseo.
Origen
de esa mañana.
Los guantes ocultaban tus manos,
unas manos de dedos finos
como
pinceladas a las que agarrarse.
El pelo recogido,
los ojos rasgados
avanzando hacia el infinito
de una porción sutil
de la vida que mostrabas.
No sé qué decirte.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un abrazo, Kenit.
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