jueves, 25 de septiembre de 2014

19:00

Casi todos los días coincido con el mismo tipo a la vuelta del trabajo a casa.
La rutina entrelaza las historias. Supongo que él pensará de mí que llevo la música demasiado alta y que cada día leo un cómic diferente. Que a veces me duermo en el trayecto ( habrá visto mi boca abierta, mis hombros vencidos, el libro colgando entre mis manos, como un presente anacrónico del resto de mi cuerpo)
O quizás nunca se haya fijado en mí.
Yo en cambio le observo con un esbozo de envidia, porque sé que a la salida, después de subir los 42 escalones que nos separan de la ciudad, a él le esperan una niña preciosa y una mujer que lo besa en los labios. 
Ambas sentadas en un escalón del parque, dibujando la misma sonrisa.

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