"no son buenas para el diafragma" insiste
cada vez que me lo cruzo en la plaza de las siete fuentes
Roza mi frente con tres dedos, apenas una caricia y desaparece
justo en el momento en que la calle es un hervidero
de posibles colores
Me arriesgo entonces a caminar descalzo por el suelo empedrado,
desoyendo el eco de mi voz anterior.
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