La playa que
se alimenta
de sí misma
cambia caracolas
por recuerdos,
limpiando de versos
las murallas de arena
esculpidas
Vive en tus tobillos
cuando
asomas el cuerpo
a la tarde,
tapando las huellas
que tus pies
dejan en la frente
del espejo
que te devuelve
a mí,
cuando quiero ser
la voz del cielo
a tus caderas
Existes
entonces,
aunque la vida
nos niegue
el resto del día.
Es un poema hermoso, Eusebio. Sencillo y conciso. Un abrazo, amigo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Raúl. Un abrazo grande.
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