La senda oscura
se ofrece.
Es una pupila
inyectada
de silencio.
Una historia
de nombres
o lanzas.
En la entrada,
un arco
de números romanos,
poemas
desangrados
del origen.
Allí
se agoniza
y se enfrenta
al vacío que amenaza
cada pausa.
Allí
se desaprende
el principio de los labios
y se olvida
uno
de sí mismo
para poder seguir
naciendo.
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