Tumor.

La consulta del médico es un universo cambiante.

Uno entra a la sala de las puertas múltiples con la duda en los hombros y el presente latiendo.

PUM-PUM-PUM.

Después de dos años de creciente dolor en mi cadera izquierda, allí estaba yo, con las fotocopias de mi cuerpo en la mano y la mente creciendo:

¿Podré poner nombre al dolor? ¿ También adjetivo? ¿Seguirá conmigo después de esto o quizás logre barrerlo de mi vida de una vez por todas?

Me gustaría correr a alta velocidad, sentir el corazón galopando, hacer karate, jugar al futbol y desollarme las rodillas como cuando era un adolescente...

Pero ahora no puedo.

A lo máximo que alcanzo es a andar a un ritmo notable, conviviendo a zancadas con el dolor.

-Eusebio Priego, pase. Buenas tardes.

- Hola buenas tardes, aquí le traigo las radiografías.

( El doctor se gira, extiende las radiografias para examinarlas brevemente y se vuelve a sentar)

- Tiene usted un tumor en principio benigno en la cadera.

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De lo que siguió omito el desarrollo, porque yo mismo estaba en una nube de cinco letras y una multitud de preguntas.

El médico me recetó un tratamiento de 6 meses basado en Condrosan( dos cápsulas diarias)

Como si la palabra no tuviese importancia, ni tampoco las preguntas que yo formulé y  que él no contestó.

Hoy sólo me queda el dolor( mas intenso porque las pastillas nuevas no me calman) y un nuevo huésped oscuro, que se sabe de memoria mis puntos débiles y me llama por mi nombre y el de todos mis latidos.

Ese huésped me subraya cada minuto perdido, cada segundo de desgaste en dar vueltas a lo mismo, mientras la vida pasaba.

Ese huésped me recuerda que la cárcel de mis labios es sólo una utopía de desgastes.