Tendemos a encender los límites, inflamando
los calendarios de poemas, propósitos, enmiendas. Nos apuntamos al gimnasio, empezamos a leer
a Joyce, mantenemos la revolución a flote, sin implicarnos demasiado.
Peligroso
es este mundo porque hasta la revolución la hacen por nosotros, mientras nos
sentamos a ver los combates en los que casi siempre gana Pablo.
Dejamos en otras manos las nuestras, asistiendo al
derrumbe de los matices que conforman el sistema de valores de una sociedad a
medio camino, entre el vandalismo político y el estancamiento económico.
El
futuro se nos escapa de las manos, hay fugas de talento( los que tienen la
suerte de escapar), mientras en casa se queda el abuelo de 56 y el de 24.
No
hay futuro señores y esto no es un eslogan punk.
Es la puñetera realidad de una
sociedad maltratada por todos y cada uno de los estratos que la conforman. Una
sociedad insolidaria, con tendencia al pillaje, sometida a una dictadura
homogénea que se propaga a través de la repetición y la violencia, asentando
sus bases a través de autopistas catódicas, resúmenes, refritos, trending topic
que a través de su balanceo, logran mantener la calma del avispero social.
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