jueves, 22 de marzo de 2012

Twilight.






Después de la sangre
sólo quedaba
un silencio a medias.

Un reguero de 
espadas rotas
después de la batalla.

El espíritu primero
latía a intervalos,
bañándose a orillas del lago,

desafiando
la tregua interpuesta
entre dioses y sueños.


El asesino del norte
miraba fijo a la bola de fuego
exponiendo
su nuez desnuda,
dispuesto a morir.

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En la cima
del último nombre,
arde la misma
guitarra que ayer.

Escupiendo virutas
que a la postre
serán
las nuevas banderas
que aguanten
los siglos de guerra
que nos separan,

a ti
y a mi.

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