sábado, 31 de diciembre de 2011

Icaro 2012.

Vuelan los números
como luces,
se van resumiendo,
después de la última función
de medianoche.

Cierro los ojos,
y cambio
mi centro.

Soy
un nombre
que suena
al lado del sol.

Allí
me asocio
todavía.

Viajando a la velocidad
de todas tus imágenes.
Huyendo de este año que quiere
cerrarse.



Yo solo quiero
nombrarte, 
volar
y volver
a incendiarme.

jueves, 29 de diciembre de 2011

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Tengo miedo.

Por mas que el cielo nace,
que ruedan las palabras,
que beso
y vuelvo.

Tengo miedo.

No me reconozco,
por mas que ensayo
gestos, palabras, sueños.

No me veo.

No logro habitarme,
sentir el calor
de este siglo.

Tengo miedo.

A las pistolas de paredes,
al silencio.

Al olvido de tus labios.
Tengo miedo.

Y no hay consuelo
para esta dimensión
de manos
que sólo palpan
vacíos.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

A man who desires.

Tengo un río
de palabras.

Un breve espacio en la memoria,
un esternón que se extiende
y un dedal.

Un despacho de pronombres,
una lluvia de vestidos,
una historia que contar.

Prendo,
grito
y sangro,
viviendo al día
de mi cuerpo.


Soy, 
el hombre que desea.

martes, 27 de diciembre de 2011

The World of Magic.

Disneyworld era un lugar inalcanzable.
Existía en el cine, en las voces y en los sueños.
Era un lugar remoto, escondido.
Había que ser famoso o millonario para poder ir.

Nosotros, los niños de entonces, nos conformábamos con ir una vez al año al parque de atracciones.


Yo por esa época estaba fascinado con E.T, los Goonies, los Gremlins, Regreso al futuro, los cazafantasmas....y asociaba EEUU con toda esa magia.
Fantaseaba con ir a Hollywood
y por supuesto quería ser director de cine.

Fabricar mis propios sueños, acercándome al origen.
Pensaba : " Cuando sea un director de cine famoso, viviré allí   y podré ir a Disneyworld cada vez que quiera"

Cada vez que quiera.

Sobra decir que los sueños que uno tiene en su infancia pueden o no cumplirse, pero siguen ahí, latiendo con el paso de los años.

Por eso el día en que fuimos a Orlando, estaba nervioso como si nunca hubiese salido de mi casa.
Como si fuese ese niño que una vez soñó con acercarse.

Ahora cierro los ojos y se agolpan las imágenes.

Recuerdo el trayecto en coche,
la música,
tu mano,
el paisaje.

A los lados se extendían densos bosques
propiedad de los indios Seminoles.

Mis ojos eran dos reflejos reunidos,
dos edades
que se juntaban
en ese instante.

Mirarte
era sonreír,
amar.

El tiempo una línea discontinua,
una flecha
que sólo indicaba.

A las puertas estábamos.

Recuerdo la sensación de inmensidad que percibí
al ver la extensión de terreno que ocupaban
cada uno de los cuatro parques:
Magic Kingdom,
Epcot,
Disney´s Hollywood Studios
y Disney´s Animal Kingdom.

Lo que viví, lo que soñé y lo que sentí me lo guardo sólo para mí.

Sólo me gustaría recordar un instante,
una lluvia,
una tarde.

Estábamos en Epcot,
nos íbamos ya hacia el hotel y comenzó a llover,
pero la lluvia no podía tocarnos.

"Está lloviendo, pero yo no siento las gotas, ¿te lo puedes creer?
A mí me pasa lo mismo"

domingo, 25 de diciembre de 2011

Era 25 de diciembre, el día después de la noche.

Primero tu boca, 
constante
de cada palabra
que sangro.

Universo de líneas paralelas, 
cuerpo visible,
parto indiscutible
del deseo.

Origen
de esa mañana.

Los guantes ocultaban tus manos, 
unas manos de dedos finos 
como
pinceladas a las que agarrarse.


El pelo recogido, 
los ojos rasgados
avanzando hacia el infinito
de una porción sutil
de la vida que mostrabas.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Hoy era 24 de Diciembre.

Hoy
era
24 de diciembre.

(Pido perdón por el verbo.)

24 de diciembre
en las sábanas,
en la luz,
en el frío
detrás de la ventana.

De tu cuerpo me guardo las letras,
todas se quedan
en mí,
sólo en mí
como memoria.

Caminábamos calle abajo,
buscando un lugar
donde comer.

Almirante 11.

Allí,
con un bogavante en el techo
y dos árboles custodiando la mesa.

Arroz,
vino
y tus labios.

¿Que más se podía pedir?

Sé y aquí lo digo,
que si alguna vez alguien me pregunta en el futuro
por un momento,
pintaré este día que ahora recuerdo.

Después de la comida
de las dos copas vencidas
del café a tus labios,
caminamos
apenas dos calles,
con el color del vino en la cara
y la debilidad en las  piernas.

Cuánto nos reímos
en ese trayecto
del restaurante a nuestra habitación.


Hicimos el amor a lo ancho
ocupando todos los espacios
de esa tarde.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Wednesday.

Despertar.

En un cielo distinto,
al lado de tu cuerpo
y mas cerca de mi.

Despertar.

Desoyendo heridas,
vidas pasadas,
murallas,
tiempo.


El aparato de aire acondicionado murmuraba, intentando aproximarse.
A tan sólo una sábana de nosotros.
Era miércoles y yo llevaba mas de una semana allí, contigo.
Siempre me despertaba a las 7:00 de la mañana,  como si mi cuerpo siguiera en Madrid.
El Jet Lag era la excusa perfecta, mientras descorchaba los párpados para verte dormida.

Verte dormida,
era mucho mas que observar.
Era resumir
cada paso hasta entonces,
soñar
en tiempo real.

Pero...era tan difícil!!
Porque si te miraba, te despertabas,
como si mis ojos fueran
resortes
de tu cuerpo.

Café a tus manos,
aromas
mezclándose.

Pan,
mantel rojo
y dos tazas.

Yo me sentaba en una silla
y tú te subías a la encimera,
quedando siempre tus labios
por encima.


Amanecía.

Mírala, mírala.

La nieve nunca llegaba
al balcón desde el que me asomaba
a la historia.

Sólo tú,
como parte
y sueño.


Madrid era Madrid.
Una sucesión de horizontes.

La boca de la puerta de Alcalá,
tragándonos,
¿Por qué nos dejó huir?

Si a mi me sobraba el techo de ese día,
enredado entre tus piernas.

Pero no,
seguíamos,
impregnando cada foto,
cada pausa.

Éramos
nómadas paralelos
de un cielo
a nuestra medida.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Retiro.

Recuerdo el sabor
de la lengua
a mi labio.

Del deseo, 
campando a sus anchas.

De la cama
y la noche.
De tu cuerpo.
Recuerdo.


El día se ofrecía,
por eso pintamos las calles.
Amanecer era besarte.
El Retiro, sólo una excusa.

Esa mañana te recogiste el pelo con dos palillos,
acentuando el perfil  de tus ojos.
A tu cara nacía la niña que fuiste.


Yo sólo sabía andar y agarrarte la mano,
paseando entre títeres y puestos, árboles,
desembocando en el Palacio de cristal.


miércoles, 21 de diciembre de 2011

First Night Ever.

La noche dejó de ser,
siendo
un acorde 
un adjetivo
un sueño.

Sólo existíamos,
como las dos primeras 
letras del alfabeto.


En la calle era viernes, 
la luna en su sitio, 
las calles sobrando.


Después de nueve horas de avión, 
después de tus labios, 
de tu voz a mi oído.

Después de tu piel 
a mi piel, 
mucho después.

Cuando el sol se acercaba,
me diste un beso en la espalda.

martes, 20 de diciembre de 2011

San Miguel.

Había una ventana antes de llegar a nuestra habitación,
un pasillo,
la noche,
tu mano.
El móvil como linterna.

Las calles quedaban atrás.

Tu abrigo rojo,
tus manos alzadas buscando el calor
de las estufas instaladas en el mercado de San Miguel.
Los puestos alrededor.
Tu sonrisa.

Dos copas de vino.
Mi vida ajustándose a esa manera nueva de querer.

Labio,
labio,
pausa.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Bonita.

En Bonita Springs los buzones de correo tienen forma de pirata o delfín, de estrella de mar.
Uno allí siempre es forastero, si no lleva consigo los ojos abiertos y el alma soñando.
El sol siempre está, no sólo como vida, sino como un elemento más del cuadro que cada día
se abre a lo ancho, tragando a quien se deje abrazar.

Eso lo fui percibiendo cuando llegábamos a nuestro hotel: "Lovers Key"

Era octubre, la primera vez que pisaba ese hall.
A la entrada dos carros para cargar las maletas y una fuente donde los ángeles nunca pueden disimular.
En el mostrador una cestita con caramelos, y la sonrisa de la recepcionista que nos tomo los datos y nos dio dos tarjetitas para que tuviésemos listo un juego de toallas para ir a la piscina o a la playa.

La habitación era enorme.
Tenía tonos verdes( o ese es el color que archivé ).
Con un mueble de madera para la T.V, un sofá, una mesa con sillas y una cocina americana con todo lo indispensable.
Un cuarto aparte con una cama gigante donde coronar cada fuego de mis labios, de tus labios, de la historia que nos debía ese instante.
Si corrías las cortinas podías ver a través del cristal, la danza de los delfines en el mar, porque a escasos pasos había una playa hecha a pinceladas de algún Dios, que  imaginó su retiro allí.

Una playa de tesoros escondidos, arena blanca y pisadas.
De raíces inmortales al tiempo y a las olas del mar.
Una autopista abierta a las carreras de tinguilillos.
Un mapa extenso donde cada "equis" era un Sand Dollar 
marcado en la cuenta de la felicidad.

Todo eso y  mucho mas.

Pero si te soy sincero
yo de esa tarde sólo recuerdo tus labios
como el fuego,
sanando, 
amando, 
naciendo.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Naciendo a Madrid.

Escogí el barrio de las luces.
La morada de Neptuno y Cibeles.
Donde la luna siempre cuelga a media noche, como si fuese a caerse.
Siempre fue mi lugar preferido.
Tenía sus calles incrustadas en la memoria, porque cerca del teatro María Guerrero vivían mis abuelos.
Cuántas veces paseé de la mano de mis padres por Recoletos.

Allí, a dos portales del café Gijón, alquilé una habitación.

Era una habitación pequeña, con dos armarios empotrados, una mesita minúscula y una televisión antigua.
Todo el espacio lo ocupaba la cama.
El cuarto de baño tenía una bañera enorme y un montón de velas dispuestas de manera anárquica.

Recuerdo el día que fui a ver la habitación antes de que tu vinieses.
Nevaba copiosamente, como si el cielo quisiese dar una capa de blanco a las calles.
Como si quisiera silenciar el humo y los coches, y que sólo quedasen los niños jugando a mediodía.
Apenas faltaban dos días para que llegases y yo estaba frenético.

Dos días, que fueron dos siglos.

Pero llegó el momento tan esperado.
Y allí estaba yo, en el aeropuerto de Barajas, en primera fila de una fila de personas que esperaban noticias de una doble puerta automática que no terminaba de abrirse.

Pero se abrió, y naciste a Madrid.
Con paso decidido, empujando un carro de maletas.

Te grite pero no me escuchaste, y me salté la barandilla que me separaba de ti y te seguí, recortando tiempo y espacio.
Llevabas un abrigo azul, botas negras y en la cara un poema.
Un conjunto de versos extendidos que copaban la belleza de esa mañana.

Ese instante, fue uno de los momentos mas felices de mi vida.

Uno.

Hay decisiones que te envuelven en una nebulosa que te abraza y mitiga los pensamientos negativos, el miedo, la duda.
Hay aviones que se ofrecen a llevarte de un punto al otro del mapa y la luna.

Allí estaba yo, nervioso como un actor debutante, enseñando el pasaporte con mi mejor sonrisa.
Asiento 15b, ventana.
El mismo ritual de siempre: libro, periódico en mano, esperando el despegue.

Nueve horas por delante, dedicadas a extensos parlamentos conmigo.
Te imaginaba a intervalos, recuperando cada momento de la historia reciente.
Curiosamente no imaginaba tu cuerpo, todo iba a dirigido a un camino mas profundo, al centro de un enlace que nos ligaba al presente desde todas las épocas, como si te conociese sin barrera de tiempo o distancia.

Apenas dormí, manteniendo un estado de hipersensibilidad hasta llegar al destino.
La última media hora la dediqué a visualizar cada rincón de esa nueva tierra por mí desconocida.
Finalmente llegué a dos palmos del suelo, entre el ruido de despegue y cada letra que confirmaba el nombre de destino:
"Welcome to Miami".

La gente se agolpaba y chocaba, sacando sus equipajes de mano como si el avión fuese a explotar de un momento a otro. Yo repasaba tranquilo las posibles respuestas a las preguntas que pudieran hacerme en control de inmigración. No me preocupaba no entender lo que me preguntasen, sino mi deficiente nivel a la hora de pronunciar correctamente.

Caminé lento hasta llegar a dicho control , entrando un par de veces a los servicios que quedaban a la izquierda de un pasillo largo como una noche sin luna.
Desgasté el espejo de tanto encontrarme con una versión despeinada y con los ojos ligeramente enrojecidos de mi.
Intenté sin demasiado éxito poner en orden los dos caóticos remolinos de mi cabello,  a la vez que ensayaba sonrisa y labios.

Para la entrevista me tocó un oficial asiático( a medida que llegaba mi turno y al comprobar sus rasgos, volaron mis esperanzas de poder comunicarme en castellano).
Sólo fueron 5 minutos que  me parecieron horas.
Recuerdo que cuando aquel hombre puso el sello en mi pasaporte me temblaron levemente las piernas.

Si la entrevista me pareció eterna, mas largo fue el tiempo de espera de mi maleta.
Rodaban en circulo, mecidas por la cinta, todas menos la mía.
A mi alrededor un avispero de carros, personal de seguridad con perros que olfateaban "errores", un hombre con un micrófono, informando de la cinta que correspondía a cada vuelo, ancianas ayudadas por tipos corpulentos, móviles sonando y en la atmosfera toda la emotividad de un puñado de vidas que hilvanaban historias resumidas en sus rostros, en sus vidas.

Llegó mi maleta.
De los siguientes minutos apenas tengo recuerdos, sólo sé que entregué el papel de declaración de aduana, después de mantener una brevísima conversación con un oficial cubano que tenía un tatuaje en el antebrazo y la espalda enorme como el horizonte.

Exit( letrero en verde), dos puertas automáticas.
Una mampara interminable y al otro lado una reunión de caras y brazos, sonrisas y ojos, historias a punto de prender en el instante de una vida.
Yo te buscaba en ese intervalo paralelo a un cristal, mirando en todas las direcciones sin verte.

Al llegar al final de la mampara , doblé hacia el centro de todas las personas y allí estabas.

Tu sonrisa fue lo primero, seguido del movimiento de tu cabello, mientras caminabas hacia mi.
Esa sonrisa tuvo el impacto de una primavera, del sueño que te acaricia en una noche de tormenta,
del dorado que los hombres persiguen en todos los pasos de su vida.
Esa sonrisa era una espada incendiada, una noche eterna y perfecta entre comisuras de estrellas, una balada inspirada, un labio por el que sangrar y morir a verso, desde ese instante o universo que se prolongaría a lo ancho de mi cuerpo, en mi alma, en mis letras, en la vida.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Smokin Heaven.

Cuando el viento
sólo
es un anticipo.

A media luna
de piano, 
sale a escena.

Y el pintor 
que la observa
dibuja el trazo.

Del sol cayendo
en el hueco del hombro.

Del cabello oscilando
mientras 
prende un cigarro.


Ella,
la única responsable
del incendio
de la tarde.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Retales.

Muero en cada pausa,
aplastado
contra el alma del silencio
que se lleva
tu nombre.



Sólo hay luz
y calles.


Tiempo
en suspenso, 
cristales.


Días
como espadas, 
suicidios.


Semáforos
en rojo,
baldosas infames.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Devenir.

Amanecer, transcurso, horizonte

Fuego, suspiro, entreacto

Luna, cielo, nombres
agrupados
por almohadas
o versos

Peter Pan
el hombre del piano,
la dama de blanco

Un cigarro se consume
en el pulmón
izquierdo del callejón
que habitaron.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Winter Skin.

Hoy soñé
que tenía otros ojos.
Era diciembre
un  actor secundario.

Del viento y los árboles,
del tiempo
entre párpados.

La vida era un matiz
de la  piel.
Un reloj hueco
sin alas.

Un instante
de dos cuerpos
que se amaban.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Time After Time.

Puede
girar el tiempo
a ritmo de caras
y sueños.

Puede burlar espejos,
dormir en las esquinas,
bucear entre sonrisas
y apagarse.

Puede resumirse
encima de mi
y a mi lado.

Puede evitarme
dejándome a oscuras,
sin remos.

Puede apuntarme a la sien,
despojando de mi
todas las fotos.

Puede morir en un recuerdo
y llevarse todos los colores

o puede
ser eterno,
inalcanzable.

Un verbo que me cambia
de posición.
Un solo de guitarra a mis entrañas,
una retina de nombres.

Un sueño oblicuo,
una sonrisa,
un engaño,
el descanso de saber
que existes,
luego
sangro.