La noche era
un puñal amorfo
o pliegue de sudor helado.
Un monstruo,
un después silencioso,
un cielo de paredes sin cuadros.
Yo era
un cúmulo de gestos contraídos,
sin altavoces reales,
ni almohadas que guardarme o guardarnos.
Se escuchaban pasos,
era el hombre del saco...
No hay comentarios:
Publicar un comentario