lunes, 5 de septiembre de 2011

19 días y 500 noches.

Sólo quedaba una luna,
los tejados sin gatos,
las ventanas vacías.

Los restos de suelo
sufrían
el terrible ritmo
de los relojes sin nombre.

Las huellas apenas llegaban a
verterse en metáforas
y de fondo ese cielo insultante.

Yo,
te nombraba
en cada ciclo.

En cada cuerda
de una noche casi perfecta en sus formas
pero tan agujero negro
para mis latidos.

Que a caballo entre mis espejos suicidas
doblé
mis sombras
para pasar desapercibido.


Y te soñé
como auxilio
a tu ausencia
que me clavaba
a tu imagen o recuerdo
de la noche contigo.




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