Mientras me consumen mis demonios,
que habitan cada piel y cada hueso.
Pido perdón al niño que fui,
y que nada entenderá.
Cuando sus inocentes ojos alcancen,
estas huellas que no borré.
Cada daño que infligí,
cada pena que pené,
y todos los sueños que volaron,
de mis dedos.
Todos te los debo.
Pero no llores,
al verme así.
Que aunque me veas flaco,
y desprovisto de alas o Dioses,
me sobra espalda para ti.
Súbete,
que eres parte de mi,
y sin ti,
la luna queda demasiado lejos.
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