miércoles, 6 de abril de 2011

XI

Sin medida, 
de sábana o cuerpo.

Mis pupilas te observaban, 
como naciendo, 
a cada segundo de ti...


Campaba a sus anchas,
sin límite de espacio o historia,
azul claro a todos los ojos.


Valiente de fondo y de causa,
abierto como una diana.


Desnudo,
todo el,
perfumado de viento,
y emblema.


Pero ni todos sus siglos reunidos,
podían si quiera abarcarte,
a ti.


Heredera de todas las  lunas,
inmensa,
de labio y esfera.


Diosa de aquella mañana.

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