Todas las mañanas me siento,
en la piedra que te nombré.
Dejo que la música fluya,
y dibujo cada paisaje a mi antojo.
No preciso de pincel, ni acuarela.
Sólo mi mente trabajando,
al ritmo que marca este corazón que me puebla.
Te hablo de mi,
y de todas las imágenes de mis ojos.
Te exhalo los olores que percibo,
y canto las canciones que me laten,
a cada instante.
Mientras el cielo sigue avanzando.
Y la vida es un estallido,
de todas las cosas que no alcanzo.
Lástima que sólo sea un hombre,
y no pueda coronarte sin dudarlo.
Abrir una brecha insalvable,
que se trague la distancia que nos separa,
y allí mismo,
desangrarme de cielo y de nombre,
para ser uno con tu cuerpo.
Y que venga el tiempo,
si quiere,
que no podrá alcanzarnos.
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