lunes, 1 de agosto de 2011

Déjame entrar.

 


La sangre recorre mi boca fría.
El invierno se resume en mi cuerpo de niña
que no camina.

Observo desde el cúmulo
de relojes vacíos que son mis cuencas.

La vida expira a mis talones,
mientras nada llena
este vacío de vientre a lo largo.

Pero llegaste,
y suenas.
Eres música para mi eterno éxodo.

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