Un disparo de sangre
en el fondo de la media luna muerta
del lavabo.
El espejo devuelve
las distancias
de ti contigo.
La música revienta
en ecos superlativos
que añaden latidos
a tu corazón desbocado.
Que vendrá después,
dime,
cuando se te quede pequeño el cielo
y no haya consuelo de vida
ni sueño paralelo
que calme tu ruido.
Que harás después de ayer o mañana,
cuando solo cambie tu cara de ombligo vacío
sin aire posible,
esclavo
de la noche eterna.
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