miércoles, 4 de agosto de 2010

Edge.

El hombre que es límite, grita.
En los albores de la locura.
Despedazada ya la cintura.

Naufraga el momento.
En sus océanos sin puertos.
Su mirada desasistida.

Sus relámpagos podados.
Sus labios sin manos.
Desdobla los párpados.

Y se diluyen sus últimos versos.
En el zaguán de los libros sin cuerpo.
Muere.


Para volver a nacer.
Después del silencio.
Y empezar otro ciclo.


De cristales de tiempo.

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