domingo, 15 de agosto de 2010

You, love.

Eres.
Es tan fácil conjugarte.
En un par de latidos.
Resumen de ti.

Las noches van y vienen.
Con apuntes de tu nombre.
Que no voy a nombrar aquí.
Porque eso es cosa nuestra.

Soy.
Mucho más que yo.
Desde ti.

Lo saben los supuestos amaneceres.
Que creen despertar mis retinas.
Cuando ya llevan siglos, viajando mis pupilas.
Mar adentro de tí.


Eres.
Vientre de sueño.
Deseo prolongado.
Flor siempre fértil.
En el jardín atemporal de mi memoria.

Soy.
Labio siempre dispuesto.
En el ejercicio infitesimal de quererte.

3 comentarios:

  1. Me ha encantado, Eusebio... simplemente!!
    Un beso,
    Graciela

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  2. Hay muy buenas imágenes en este poema. Saludo.

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  3. Amarte, como yo te he amado,
    era una forma de amarte tal vez ingenua y algo torpe,
    como corresponde al amor supongo,
    difícil de expresar de cualquier manera
    en el preciso lenguaje matemático de la trigonometría,
    y no porque fuera este precisamente un amor sin tamaño,
    un amor sin medida,
    sino porque es más dado el amor
    a medirse en unidades más propias de la alquimia que practica,
    en cuerdas de palabras sin mayor rigor que la metáfora,
    la analogía de la cosa que es de la cosa pretendida…
    Así yo podría decir sin miedo a equivocarme que te he amado
    como ama el pubescente a la meretriz,
    un amor de un día, un amor virginal,
    el día que le desvirga
    como ama la ternera lechal a la ubre,
    un amor animal, el amor de una bestia,
    en la leche caliente, que la alimenta
    como ama el indigente a la calderilla limosnera,
    un amor decadente, un amor hambriento,
    cuando cae en su taza de hojalata
    un amor inmediato, un amor de un instante,
    era otra forma de desconsuelo, me imagino dentro de la calamidad que es la vida,
    al fin y al cabo el amor es un sentimiento triste
    como es de naturaleza insaciable,
    yo así, te amaba con hambre, con el rigor del apetito
    diariamente, sin vocación, sin ceremonia, sin arte
    como se ama el aire, la comida, el agua, la temperatura del cuerpo
    con necesidad, con urgencia, tal vez en un lenguaje demasiado básico,
    sí, tal vez nunca he sabido expresarme, la elocuencia nunca fue una de mis virtudes,
    y tal vez es así que se nos ciñe el amor a la carne,
    como se ciñen los harapos al indigente, en palabras de dientes careados,
    es cierto, me dirás quizás que no parece un sentimiento demasiado bello
    pero quién dice que ha de serlo, el amor.
    En cualquier caso qué importa,
    cuando se ha ido este sentimiento pasajero y caprichoso como el vuelo de un insecto,
    qué queda en el organismo que nos satisfaga,
    tal vez la melancolía
    como una molécula de azúcar vertida en una tonelada de agua,
    que nos permita recordar
    en el sufrimiento de esas partículas expandiéndose disueltas en un océano tan vasto
    que hubo un día en que pudimos creer en la felicidad,
    ¡qué ilusos!,
    será hasta que probemos de ese contenedor un vaso de agua
    y comprobemos que de toda la dulzura
    tan sólo queda el sabor a agua,
    que todo es mentira...

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