lunes, 25 de octubre de 2010

Sangro, luego escribo.


A veces me pregunto.
Miro al cielo, y sacude los hombros.

No sabe.
No quiere.
No tiene.

La respuesta de mi.
Que yo ansío.
Que yo busco.

Y me miro.

¿Quién soy?

Se suceden las edades de mis manos.
En un guiño de horizontes.
Vuelan los momentos.
Golpeando los cimientos de mis venas.

¿Quién dijo fronteras?
No las tenía con tres años.

No quiero inventarlas ahora.
Cuando me faltan las horas.
Cuando me sobran los Dioses.
Cuando me baña la Aurora.


Yo sólo quiero encontrarme.

En un desglose de mis piernas.
En un camino despoblado.
De la ira de los condenados.

No me interesa el conflicto.
Ni las armas de palabras.
Ni las lenguas viperinas.

Yo sólo vine a mirar a los ojos.

A presentar mis respetos.
A las musas que me visten.
A los labios que venero.

Yo solo quiero.
Querer a sangre y a verso.
Y si después de eso, me señalan.
Aquí dejo mi espada.
Que hagan metáforas con mis dedos.

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