Con las manos llenas de alma,
me ofrezco.
Aquí,
en este siglo que me rueda
y en el que habito.
Que mi sangre sirva de apellido,
que nombre no tengo
ni lo necesito.
Sólo camino entre causas perdidas
y cuando el tambor anuncia sentencia,
arranco las huellas que matan,
dejando todas las puertas abiertas a la vida.
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