En mi combate diario,
llevo mis pieles,
al abrigo de la vida que sueño,
y canto entre palabras.
Por eso mi libro es mi compañero,
y sufre y sangra conmigo,
aguantando los envites del viento,
de la lluvia o de los dioses.
No lo guardo entre forros,
lo llevo en la mano.
Por eso cuando lo guardo vencido,
en el limbo de los nombres,
entre papeles y huellas,
se ocultan dos memorias.
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