miércoles, 16 de marzo de 2011

VIII.

Un racimo de ojos
me ofreces,
cambiando mi paisaje establecido.

De cielo esta empañado mi horizonte
y sé que después de tus razones,
ya ningún camino será en vano.

Tu cuerpo estará atento
a cada viento que (me) aproxime a tus fronteras,
a cada labio que me parta si es preciso.

Porque vengo
dispuesto a boxear con las montañas,
consciente de que moriré en el pretexto.

Y limpio ya de cuerpo y palabra,
hacerte el amor con el alma
que te guardo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario