Un racimo de ojos
me ofreces,
cambiando mi paisaje establecido.
De cielo esta empañado mi horizonte
y sé que después de tus razones,
ya ningún camino será en vano.
Tu cuerpo estará atento
a cada viento que (me) aproxime a tus fronteras,
a cada labio que me parta si es preciso.
Porque vengo
dispuesto a boxear con las montañas,
consciente de que moriré en el pretexto.
Y limpio ya de cuerpo y palabra,
hacerte el amor con el alma
que te guardo.
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