Hoy,
en el metro.
El vagón era la suma de manos y piernas,
ipod-nanos, libros electrónicos,
miradas perdidas.
Hoy, como ayer o mañana,
aturdido entre el silencio de la rutina.
No pretendía salvarme,
quizás porque mis pupilas estaban ya vencidas.
Pero agarré un libro de poesía,
como el que respira
y poco a poco los versos fueron dotando de voces
todas mis voces dormidas.
Volvió el hombre sobre la tierra.
Y quise levantarme de mi
en ese momento,
para en voz alta hablar a todos y todas
con estas voces que sentí tan mías.
Hoy,
ResponderEliminaren el metro.
Sentiste que la belleza era tuya.
Salud
Francesc Cornadó
La poesía siempre nos devuelve a nosotros.
ResponderEliminarUn abrazo grande, Francesc.
La poesía compañera, salvadora, que nos rescata de miedos, soledades, tristezas y de pupilas vencidas.
ResponderEliminarUn beso Eusebio
Un besote enorme, Ana.
ResponderEliminar