lunes, 19 de diciembre de 2011

Bonita.

En Bonita Springs los buzones de correo tienen forma de pirata o delfín, de estrella de mar.
Uno allí siempre es forastero, si no lleva consigo los ojos abiertos y el alma soñando.
El sol siempre está, no sólo como vida, sino como un elemento más del cuadro que cada día
se abre a lo ancho, tragando a quien se deje abrazar.

Eso lo fui percibiendo cuando llegábamos a nuestro hotel: "Lovers Key"

Era octubre, la primera vez que pisaba ese hall.
A la entrada dos carros para cargar las maletas y una fuente donde los ángeles nunca pueden disimular.
En el mostrador una cestita con caramelos, y la sonrisa de la recepcionista que nos tomo los datos y nos dio dos tarjetitas para que tuviésemos listo un juego de toallas para ir a la piscina o a la playa.

La habitación era enorme.
Tenía tonos verdes( o ese es el color que archivé ).
Con un mueble de madera para la T.V, un sofá, una mesa con sillas y una cocina americana con todo lo indispensable.
Un cuarto aparte con una cama gigante donde coronar cada fuego de mis labios, de tus labios, de la historia que nos debía ese instante.
Si corrías las cortinas podías ver a través del cristal, la danza de los delfines en el mar, porque a escasos pasos había una playa hecha a pinceladas de algún Dios, que  imaginó su retiro allí.

Una playa de tesoros escondidos, arena blanca y pisadas.
De raíces inmortales al tiempo y a las olas del mar.
Una autopista abierta a las carreras de tinguilillos.
Un mapa extenso donde cada "equis" era un Sand Dollar 
marcado en la cuenta de la felicidad.

Todo eso y  mucho mas.

Pero si te soy sincero
yo de esa tarde sólo recuerdo tus labios
como el fuego,
sanando, 
amando, 
naciendo.

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