miércoles, 14 de julio de 2010

Goodbye.

Llorabas de rodillas.

Era una tarde terrible.
Sin un ápice.
De descanso.

Yo me recuerdo.
Cerrando la última maleta.
Y viendo como mi alma veleta.
Se agarraba a los restos.

De cada memoria.

Cinco años son muchas vidas.
Y nuestros espíritus danzaban.
Detrás de cada puerta.

Cerré los ojos.
Y abrí la primera.
Esa que nos devolvía.

A los primeros días.
Cuando tu labio era rojo.
Y mi pecho era tuyo.

Cuando amarnos era un latido de cuerpos.
A cada momento.
Y la excusa perfecta.
Era nuestra cama abierta.

Me recuerdo en las fotos.
Y sé que te debo mi risa.
Y mi juventud.
De esos días.

Abrí los ojos.
Cerré el pomo.
Y volví a la sombra.

Al suplicio de verme.
Reflejado en tus pupilas.
En esa última hora.

En que me despedía.

De tu pelo.
Tus ojos.
De mis labios en tu boca.

Fue mi muerte.
Una caída paulatina.
Al agujero negro de la vida.
Imágenes quemadas.
En mis retinas cansadas.
Mi corazón de fábrica.
Mis labios huérfanos.
Mi cuerpo intacto.

Caronte me rechazó.
Volví a la tierra.
Con un agujero en el pecho.
Y las manos dormidas.



Y casi sin quererlo.
Cambié mis ojos por otros.
Mudé el pellejo.
Y donde había herida.
Tatué partida.
Caminos de versos.
Horizontes de estrellas.

Y volví al ruedo.
De la vida.

Cambié de nombre.
Sangre nuevas almas.
Y te olvide en mi cuerpo.
Renuncie a tu carga.

Y ahora...


Que mañana nos volvemos a ver.
A mi sin querer.
Se me derramaron las palabras.

Ya no te quiero.
Ya no me sangras.
Por eso.
Hoy te libero.


De mis entrañas.

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