lunes, 12 de octubre de 2009

Suicida

Cojes el vaso y vas a la pila arrastrando los pies, porque últimamente te cuesta andar, como si el centro de gravedad te succionara, y te atara a un punto fijo, tus 50 kilos pesan, ¿ o es tu hastío? tu lucha interna, tu manera de dañarte, la que te lastra, y te empuja hacia abajo, notas la presión, demasiado peso cargas, demasiada amplia la dimensión de tu complejos, demasiada lucha esta lucha contra ti, pero siempre fuiste un suicida, caminando al borde del precipicio, mirando a la muerte de cara, sin miedo, mas dolor hay aquí, a este lado, al lado de la vida.

El reloj escupe los segundos que tardas en recorrer las distancia entre dos puntos, del marco de la puerta a tu destino, entre medias una eternidad, abrir el grifo te cuesta un esfuerzo sobrehumano, el vaso te tiembla entre los dedos y el agua fría resbala por tu piel, escalofrío, te sonríes mientras compruebas que algo reacciona en tu cuerpo, te llevas el vaso medio lleno a la boca, el agua avanza por la garganta y cae al vacío, al agujero negro que todo lo traga. Allí empezó la batalla, quizás por un rechazo, por un desengaño, por una ilusión destruida que te hizo caer, y la inseguridad se propagó cual metástasis del alma, el resto lo hiciste tú, cumpliendo meticulosamente con tu oficio de dejar de quererte y destruirte poco a poco hasta abandonarte a un rincón.
Como un castillo de naipes se fué desmoronando tu vida anterior, porque tu lo elegiste, tu elegiste el camino suicida, y fuiste apartando de la senda: amigos, trabajo y amor...y ahora estas sólo contigo mismo, porque ya ni tu familia puede hacer nada, demasiado grande se hizo el agujero negro que lo succiona todo.

Y con la sed de nada saciada, giras y recorres el camino inverso, rumbo a tu rincón, despacio porque tu alma no da para mas, y a mitad del camino te cruzas con tu enemigo de sangre, y el miedo una vez mas es el que te incita a mirar al espejo, por una fracción de segundo, al otro lado del cristal, y allí estas, demasiada carne y piensas en seguir recortandote un poco mas, subiendo un peldaño mas hacia el escalón que te lleve a no dudar, a llegar a admitir tu cuerpo perfecto, y fundirte con tu otra imagen en un hermoso final.

Con las piernas templando de miedo, con la inseguridad de tu última imagen taladrando tu ser, llegas a tu destino y te dejas caer, exhausto, en tu rincón, en tu parte del mundo, de un mundo que día a día ha ido haciéndose mas pequeño.

A veces piensas en la salvación, pero como algo ajeno, como una quimera dibujada en la pared, como si estuvieses viendo una película, y te implicas emocionalmente con el argumento, pero las luces se encienden y vuelves a la realidad de tu lucha, porque elegiste ser un martir de ti mismo.

Y los días se vuelven eternos, demasiado tarda en quitarse el sol, y allí te quedas, a oscuras esperando a la noche, porque contemplar el cielo es lo único que te tranquiliza, y mientras tus párpados van cayendo, una sensación de alivio te inunda, pensando que por fin hay un nuevo día que tachar.

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