Dos terrones de azúcar, dos cubos perfectos que caen al vacío, endulzando el aire, en un último suspiro, antes de hundirse en este mar café con leche y convertirse en vestigios de un naufragio dulce.
Una cuchara de plata, desata un remolino, en un movimiento circular, el aroma a café asciende sin limites, inundando la estancia, provocando el incendio de los sentidos.
En el centro de la mesa un plato con dos medias noches, y enfrente tú.
Yo me detengo en cada movimiento, posando la mirada en los cuadros del mantel, dejando que vuele libre, saltando de un color a otro, mientras planea, hasta estrellarse contra tu piel.
Y recorreré tu cuerpo de lado a lado, mientras almaceno en la memoria cada gesto, fotografiando el movimiento de tu mano al acercar la taza a tus labios.
Y tus palabras se derramarán provocando el ocaso de la tarde, tiñendo de sangre el firmamento, escribiendo los primeros apuntes del anochecer.
Y cuando sólo queden las migas en el plato, y el aroma del café se haya evaporado, te susurraré al oído, el mapa de ruta de la noche....primera parada: tu cuerpo...dejate llevar...
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