sábado, 21 de noviembre de 2009

Homeless

El tiempo se derrama en la calle, se retuerce en jirones por las esquinas, dedicándole especial atención a cada transeúnte.
Hay tipos disfrazados con chaqueta y corbata y móvil en la mano, para ellos se convierte en átomo viajando a la velocidad de la luz, sin concesión al arte, sin gestos a la galería, una sucesión de acciones mecánicas, de palabras de un guión cerrado a la improvisación.
Ahora se detiene en el semáforo, luz verde, y danza a través del paso de cebra tocando las caras de la gente, disfrazándose de ecualizador de los diversos estados de ánimo, y disfruta sintiendo el poder infinito de sus manos.
Continúa su recorrido y susurra canciones a los arboles del parque, y estos le responden creando una lluvia de hojas de colores.
Pero ahora toca detenerse, toca transformación, modifica su estructura etérea y se convierte en piedra, en losa, en figura hierática del destino.
Se funde con dos ojos azules, con dos océanos inmensos que observan el horizonte, sin mas esperanza que la de volver a despertar.
Porque a aquel hombre, de cabello cano, ojos azules y arrugas profundas como la corteza de la tierra, el tiempo le cayó del cielo un día, aprisionándole la existencia, convirtiendo su vida en una sucesión de momentos repetidos.
Desde que se vio en la calle, sin mas techo que el mismo cielo, sin mas abrigo que su soledad...afila su guitarra, da un trago a un cartón de vino, y mientras siente el liquido salvador calentándole las entrañas, entona la canción de los desarraigados, de la puta vida, de las piezas sobrantes del puzzle de la sociedad.
Mientras canta, mira de reojo el libro que descansa entre los cartones: " A Christmas Carol de Charles Dickens", y suspira, mientras espera el milagro de que aparezca un Ebenezer Scrooge renovado, que le invite a cenar....
¿Algún voluntario?

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