lunes, 16 de noviembre de 2009

Living in London

La noche iba cayendo, planeando por nuestras cabezas, acechando en todas direcciones, mientras caminabamos buscando ese lugar.
Ese lugar se llamaba " Living in London", yo iba conversando contigo y tu voz y mi voz lo ocupaban todo, no había mas, así que las calles eran sucesiones numéricas sin mas sentido que la de ser espectadores de nuestros pasos...paramos y de repente nos vimos perdidos.
De algo sirve la tecnología así que yo buscaba la dirección en mi mp3 mientras tu llamabas por teléfono, entre los dos encontramos el numero de la calle y continuamos el camino.
La conversación era la misma, pero nuestros pasos eran mas seguros.
Y llegamos, y mientras esperábamos nuestro turno para sentarnos en una mesa, yo desataba mis ojos y dejaba que mi mirada navegase, captando cada rincón de aquel lugar.
En la entrada un pequeño mostrador, y unas estanterías repletas de productos, era una pequeña tienda improvisada.
Caminado unos metros mas, una barra a la derecha y al fondo unas cuantas mesitas, para poder disfrutar de té y trozos de tarta...
Entre frase y frase de tus labios a los mios, llegó nuestro turno y nos sentamos en la última mesa al fondo.
Era un espacio reducido, en el que si la mesa no tuviese base, nuestras rodillas chocarían.
En la mesa había terrones de azúcar, de azúcar moreno y de azúcar en pequeños cristalitos.
Llega el momento de pedir, yo agarro la carta y me cuesta decidir que té tomar, pero al final me decido por el "First Love", y mientras mis labios pronuncian el nombre a la camarera, pienso que es un nombre propicio, por que quizás ese sea un primer amor entre el té y yo, porque normalmente sólo tomo café.
Además pedimos tarta de naranja para compartir.
Y llegan nuestros tés, y un trozo de tarta de dimensiones Herculeas, abres tu tetera y el aroma se propaga en múltiples direcciones, repito el mismo movimiento y la mezcla de olores dibuja un escenario exótico, y pienso que el té ya conquistó el primero de mis sentidos: el olfato.
En un movimiento delicado servimos el liquido aromático en las tazas y añadimos un par de terrones a la pócima.
Acercamos las tazas en un movimiento paralelo a nuestros labios y allí el té conquista mi segundo sentido: el gusto.
Acto seguido, después de probar un trozo de tarta de naranja, y de comprobar como el bizcocho se deshacía en mi boca mezclado con virutas de naranja, caí en un estado de goce repetido, y comprobé como la felicidad se esconde y te sorprende en momentos como ese...

¿Quién dijo que la felicidad no existe?

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