miércoles, 25 de noviembre de 2009

Pilow

Mientras lucho a mano partida con el embozo de la cama, acerco la lamparilla y cojo un libro.
Son los últimos momentos de este día, mientras al otro lado del cristal, la luna despliega su ejercito de estrellas.
Ya tapado y con el libro en las manos, buceo entre capítulos, mientras hago anotaciones mentales, de frases que llaman mi atención.
Pero el sueño poco a poco se va filtrando por el cabecero de la cama, y me abraza, consumiendo mis últimos momentos de vigilia.
Acepto el envite de Morfeo, y cierro el libro, mientras se tiñen de oscuridad las paredes de mi cuarto.
Y es en ese momento cuando me abrazo a la almohada teñida de ausencias, confesora incansable de mis desventuras.
A ella le cuento todo lo que callo el resto del día, destapo la caja de Pandora de mis secretos, y los comparto boca a boca, sueño a sueño.
Porque lo que calla mi vigilia, lo confiesa mi sueño, y ella es amante de los dos.

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