lunes, 21 de septiembre de 2009

La chica misteriosa

Estación de atocha, vagón numero tres, allí estoy yo, sentado, aislado del mundo en mi burbuja, leyendo, la historia avanza y yo me siento uno mas de la trama, implicándome emocionalmente con los personajes, doliéndome su dolor, emocionandome con sus ausencias...el mundo es esa historia, y concentrado 100 % en ella, omito todo lo demás.

De repente alguien me saca de mi burbuja, una chica cruza el vagón maleta enorme en mano.
Se para, suelta su lastre y empieza a hacer ejercicios de mímica, capta la tención de casi la totalidad del vagón....y yo abandono mi historia, me desligo emocionalmente de Lisbeth Salander y mi mirada se posa en aquella chica.

Gesticula sin cesar, con los ojos, con los labios, con las manos...su figura entera transmite, aquello es un prefacio de lo que esta por ocurrir.

Y para de repente sus ejercicios, y abre su maleta enorme, y saca dos marionetas...en apenas unos segundos monta un teatro ambulante y comienza la actuación...

Yo la miro embelesado, mientras el tren avanza a gran velocidad.....tan rápido que llega a destino antes de que la actuación acabe y la gente comienza a salir del vagón sin piedad.

Me dan ganas de ir corriendo y solicitar al maquinista que pare el tren, que cierre las puertas y que la función continué, pero no hay marcha atrás, y la gente avanza arrollando, y la chica se ve obligada a recoger su teatro antes de que alguien lo pise.

Yo recojo mi libro, preparo unas monedas y mientras se las doy, le digo a la chica que ojalá volvamos a encontrarnos y pueda disfrutar de la obra entera.

Corren tiempos aciagos para el arte urbano.

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