lunes, 4 de enero de 2010

Dreamland.

Desde pequeño no fue un niño normal.
Dejaba su cubo y su pala en la arena, y miraba al horizonte.
Quería conocer los límites del mar, enrolarse en un barco, ser la mano derecha del capitán
O ser piloto, y recorrer el cielo de punta a punta.
Colarse en un cohete y visitar la luna.
Cuanto mas imposible, mas le atraía.
Los años fueron haciéndole hermoso, pero nunca tuvo tiempo para el amor.
Algunos besos de rigor científico, sexo ecuacional.
Pero cuando a punto estaba de entrar en la treintena algo sucedió.
La conoció a ella.
Y el mundo cambió.
El eje de la tierra comenzó a girar en torno a un nombre de mujer.
La amo hasta doler, pero nunca fue capaz de decirle nada.
El corazón de ella tenía otro dueño, otra patria , otros latidos fuera de él.
Lo intentó todo, se inventó otro nombre, se abrazo al olvido, se cambio de país y de mundo.
Decidió vivir al otro lado del eje de la tierra, boca abajo.
Pero hasta allí llegaba su leyenda, su pelo largo, sus ojos negros.
Después de mucho pensar, halló la solución.
Existía otro mundo, lejos de la realidad, donde los imposibles son los renglones del mañana.
Y allí la esperó.
Abrazándose a su sueño cada noche, y besándola hasta el amanecer.

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