jueves, 7 de enero de 2010

That Girl.

Parado en las escaleras mecánicas, giro la muñeca y observo el reloj.
Jamás llegué a ver la hora.
No fue porque el reloj se hubiese parado.
Se asomaron tus ojos.
Y el escenario cambió.
Modifico mis prioridades, y me abandono al goce de mirarte.
Sacas del bolsillo izquierdo del abrigo un gorro.
Tus manos desnudas, tus uñas pintadas de negro.
Te sacudes la melena, y el viento propaga tu olor.
Encajas lentamente el gorro en tu pelo.
Se acentúa tu mirada felina.
Vuelves a meter la mano en el bolsillo.
Ahora sacas un bote de vaselina.
Tu dedo índice dibuja unos círculos perfectos.
Magia pienso yo, debe ser el inicio de un conjuro.
Porque aquí me tienes rendido, observándote.
Ahora untas de vaselina los labios.
Y mi temperatura se eleva.
Me río de la nieve.
En este momento seria capaz de deshacerla.
Mientras se acerca el último escalón.
Debato conmigo mismo la idea de hablarte.
Pero mientras me decido, te escapas.
Y yo me quedo abrazado a ese minuto.
A ese instante de ti...

3 comentarios:

  1. Somos tontos por dejar escapar esas sensaciones que no nos pasan todos los días. No hay nada que perder, qué nos detiene?

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  2. Muy buena pregunta....
    La verdad es que no lo sé, pero si nos aventuraramos mas a menudo, al deporte de riesgo de seguir nuestro instinto...el mundo sería un lugar mas divertido y la felicidad sería el nombre de una calle cercana.

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