lunes, 7 de diciembre de 2009

The beginning of working day

Son las 8:45 de la mañana, el sol se filtra a través de las ventanas del autobús.
Mi mirada navega distraida entre las filas de coches paralelos, siguiendo la linea discontinua, un pensamiento por cada linea, un peldaño mas en la escala evolutiva de esta historia.
De fondo se escuchan risas paralelas, algún sólo de guitarra resbalando por los cascos de un mp3, el ruido de las paginas de un periódico gratuito, conversaciones cruzadas de labio a labio, y como banda sonora, que envuelve la escena en su totalidad, la radio, situada a la diestra del conductor.
Llegamos a nuestro destino, el autobús frena y se sitúa paralelo a una pasarela que cruza el autopista a modo de cinturón.
Mis pies descienden de un salto, y piso suelo firme.
Son las 9:00 de la mañana.
Y aquí os voy a describir uno de mis momentos preferidos del día, los minutos que preceden a mi entrada a la oficina.
Salto del autobús y dejo pasar a la gente que tiene mas prisa que yo, y lentamente comienza mi ascenso a través de la pasarela.
Reduzco los latidos de mi corazón, y camino lento, disfrutando de cada paso que doy, abriendo de par en par las puertas de la percepción, e imagino sin horizontes, tocando con cada pensamiento los cuatro puntos cardinales.
Es mi momento, el momento en que me abandono a la marea de cavilaciones, el momento en que invento palabras que almaceno en el subconsciente, desenredo mis preocupaciones, y toco con las manos los recuerdos, moldeando, mezclando ingredientes.
Evoco fechas del calendario, sonrisas repetidas, aquella escena de la película que vi anoche, una canción...y sigo mi ascenso.
A mitad de camino cuando estoy en la hebilla de la pasarela, detengo mis pasos y miro al horizonte, en el centro del cielo, la gran bola de fuego evoca a su amante distante: la luna.
Y yo te evoco a ti, junto con todas tus caras y todos tus nombres.
Ese es el momento cúlmine de la mañana.
Después de haber tocado el cielo con las manos, de intercambiar posturas con el horizonte, desenredo los cables de mi mp3 y comienzo el descenso.
Suena la primera canción, y y desato mis alas hechas a golpe de estribillo, y bajo planeando, hasta posarme frente a la puerta de entrada, del comienzo de un nuevo día laboral.

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