domingo, 13 de diciembre de 2009

A sunday of winter.

En el horizonte se enciende un nuevo día, el invierno llegó anoche, cristalizando los pequeños charcos de lluvia, azotando a los mendigos del mundo, corrigiendo la sonrisa de los gatos, arrastrando a las plantas a una muerte prematura, incitando a los cuerpos a recortar las distancias.
El frío se instalo en las esquinas del cielo y fue derramándose de madrugada, los pájaros supervivientes se convirtieron en pingüinos, el gallo se guardo el primer canto de la mañana para tiempos mejores. El primer café del día se convirtió en el dorado, el mayor tesoro caliente entre las manos.
Y yo sonrío, mientras asisto a la primera función de este domingo, cobijado tras el cristal de la ventana, con la taza entre los dedos.
Mientras pienso, que este es uno de esos pequeños instantes, que causan una felicidad instantánea, uno de esos momentos que elevan el nivel de endorfinas, rompiendo los parámetros grises de la normalidad.
Estos momentos son anclas a los que asirse, cuando navegas a la deriva, tan sólo hay que estar pendiente a las señales, y abrir bien los ojos a la vida.
Porque la vida es hermosa, y merece la pena besarla en los labios, no te lo pienses, no te derrotes al primer round, da igual los golpes que recibas, porque tu mejor arma es la voluntad.

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