sábado, 5 de diciembre de 2009

Jamón, Jamón.

La televisión propaga ruido, tapa la boca al silencio a base de puñetazos, una sucesión de imágenes inconexas para un perro.
Un perro que observa directamente la pantalla, pero no mira, no se detiene en las imágenes, simplemente reacciona ante el ruido propagado por esa bestia tecnológica.
Algo llama su atención y se gira, es un plato de jamón serrano.
Adiós televisión, sus cinco sentidos se concentran en el plato.
Una mano invade el espacio poblado de jamón. y coje una loncha, que se lleva lentamente a la boca.
Unos labios de mujer que se abren como una rosa para disfrutar ese pequeño placer.
No pierden la sensualidad, y se mueven de forma sutil, mientras el sabor estalla en la boca.
Entre trozo y trozo aquellos labios liberan una serie de palabras, que cruzan el espacio, y van a descansar a una exótica isla, su nombre: "el oído".
El oído de él, capta el mensaje, y responde, y la comunicación fluye en mitad de la noche.
Un sofá rojo, alberga en su vientre a dos amantes, que en una danza metafórica comen jamón, mientras sus miradas piensan en los postres.

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