lunes, 5 de abril de 2010

Samsara.

Rueda el tiempo.
Se agolpan las palabras.
Contenidas de vida.
Destapo la herida.
Y el viento golpea las ventanas.
Vuelvo.
Aquí.
Al inicio.
La rueda gira, archiva y avanza.
Resaltan mis ganas.
De comerme la corteza.
De abrir mi cabeza.
A las ventanas.
El rumor de los versos.
Las canciones de palabras.
Brillan oxigenadas.
Después de el último viaje.
Al horizonte de mi mirada.
Abarco mas mundo ahora.
Mas tierra, mas viento, mas sombra.
Soy mas joven.
Mas viejo.
Mas nada.
El corazón sigue latiendo.
Destruyendo monumentos.
Carnavales de hastío.
Instrumentos repetidos.
Y aquí estoy de nuevo.
Algo cambió en mi mirada.
Será el espíritu de la noche.
Será el dolor de la mañana.
Será el miedo intenso.
Que ya no me atenaza.
Lo enfrenté.
Desde aquí.
Desde la atalaya de mi alma.
Rodeado de luz.
De retazos de vida pasadas.
Esta rueda de Samsara.
Me enseño una palabra.

Simple.

La vida es simple.
Un arroyo de tiempo.
Un encuentro de almas.
De puntos de luz.
Que cargan su cruz.
Mientras olvidan su nombre.
En las distancias.

Yo.
En mi camino.
Encontré mas luces.
Que me nombraron.
Que me llamaron.
Que me abrazaron.
Recordé mi nombre.
Desde aquí.
Desde el punto de partida.
De mi vida.
Ahora.
Mas joven.
Mas viejo.
Mas nada.

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