miércoles, 14 de abril de 2010

Te niego, muerte.

Una hilera de columnas blancas.
Son las venas hermanas.
De recuerdos eternos.
Que aferran memorias.
Rescatando historias.
Enfrentando a la muerte.
En este presente.
De lluvia y pérdida.
De almas que viajan.
De cuerpos que cuajan.
Llantos por los ausentes.
Que hacen la cruz en sus frentes.
La muerte llega sin avisar.
Cabalgando a lomos del destino.
Sin marcas, sin augurios.
Llega y bebe de los labios.
De los cuerpos que señala.
Dejando para mañana.
El alma que inflama.
Razones para llamarla.
Porque la muerte no actúa de encargo.
Viste de largo.
Y sin invitación.

Los tambores de guerra.
Llaman a demonios de arena.
Lacayos del innombrable.
La muerte es mas bella.
Y no recoge miserias.
Por eso se lleva a mi gente.
Por mas que yo quiera cerrarle puertas.
Negarle soles.
Sembrar amores.
Llega y toma.
Y después me abandona.
Dama cruel y altiva.
Condenas a mi alma cautiva.
Del amor que te llevas.
De los rostros que me privas.
Yo te condeno a la criba.
De los soles que iluminan.
Para que todos te vean.
Para que te señalen.
Y de vergüenza te vayas.
De mis lugares.
Que quiero de luz.
Mis portales.
Llenos de mi gente.
Siempre presente.

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