sábado, 27 de febrero de 2010

Superman.

Superman.
Tiene la mirada perdida.
Hay algo mas dañino que una herida.
De criptonita.
Y es el influjo de la humanidad.
Desde su fortaleza de la soledad.
Contempla las arterias de la tierra.
Y llora.
Sufre.
Tiembla.
Ante la soga en el cuello de la libertad.
El yugo de la codicia.
La justicia ciega.
La falta de humanidad.
Su brazos no son suficientes.
Y siente el vacío.
De las sombras.
Sin noticias de Lois Laine.
Y con las lágrimas ardientes.
Recorriendo sus mejillas.
Maldice su destino.
Quiere ser un hombre.
Mortal.
Morir y amar.
Como cualquier igual.
Quiere el consuelo de unos labios.
Quiere sentir el deseo.
Quiere detener el tiempo.
Sin mas argucia, que un cuerpo que recorrer.
Con sus labios.
Por eso surca el cielo, como una estrella fugaz.
Acumulando energía, sin limite, sin barrera.
Sin horizonte real.
Buscando estrellarse contra el sol.
En un poético final.
Superman se suicida.
Y no andamos sobrados de héroes, en esta ciudad.

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