domingo, 23 de mayo de 2010

El pianista.

Los rayos de sol alentaban su esfera.
Empujando su energía de muchas maneras.
Su cara de niño.
Sonreía, al sentir el viento.
Propagar la música.
Desde el quinto piso.
Donde todos los días.
Sin faltar a la cita.
Una chica tocaba.
Desde su corazón de hada.
Una bonita melodía.

Y el vivía en cada nota.
Olvidándose del mundo.
De los pesares profundos.
La piel respondía.
Los latidos seguían.
Las olas de notas.
Que partían desde una guitarra.
Hasta el centro de su alma.

Pero como el sentimiento le desbordaba.
Buscaba las formas.
De participar de las olas.
Las lágrimas resbalaban.
Por su cara desnuda.
Al verse incapaz de seguir el compás.


Lo intentó cien veces.
Aporreando las teclas del piano.
Que sufría el desaliento.
De unas manos, que equivocaban el momento.

Después de muchos días.
Sufriendo la agonía.
De no poder seguir la melodía.
Desempolvó una vieja maquina de escribir.
Y desde allí.
Comenzó a escribir.
Dándose cuenta al instante.
De que sus letras formaban parte.


De la música.

No hay comentarios:

Publicar un comentario