Jugué una mano con el destino.
Del mazo de la vida.
Recibí escalera de color.
Y rojo fue el dolor.
Primero.
Cuando comprobé que el destino era un ladrón.
Que me robó el corazón.
A las primeras de cambio.
Y todo por una rosa.
Que sentí hermosa.
En mitad del desierto de mi mirada.
Cuando no había nada.
Que echarme a la boca.
Así que le llame tramposo.
Por equivocarme el alma.
Por alardear de su fama.
Por sentir que conmigo jugaba.
Arrojé las cartas.
Apuntando a la cara.
Y el destino desde entonces.
Rehuye mi estampa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario