El sol y el mar.
Como únicos testigos.
De tu melena.
Tu sombra se proyectaba en la arena.
Tus ojos fijos en el horizonte.
Tus olas agolpándose.
Esperando el suspiro.
En silencio.
Dormido.
Siempre dormido.
Comenzaste a correr.
Poseído.
Por tus latidos.
Desnudo de pensamientos.
Sin argumentos.
Arrojándote contra la ola.
En un golpe violento.
Que removió cada centro.
Menos a ti.
Tu seguías en tu posición.
Golpeando las olas.
Desafiando a la aurora.
Pensando que si te tragaba el mar.
Al menos sentirías.
Cada aliento como una partida.
De todos los caminos de tu vida.
Que se perdieron en el naufragio.
Olvidados.
¿Porque correr?
¿Porque sentir?
Si siempre vuelvo aquí.
Y el mar sigue tan inmenso.
¿Porque te llevas todos mis recuerdos?
Yo que soy una mota de polvo.
¿Que te importa mi entorno?
Ya no me escondo.
Vine a morir aquí.
Esas fueron tus últimas palabras.
Antes de sentir mi mano en tu espalda.
Pero a la muerte.
No intentes.
Persuadir.
Porque yo tengo el poder de elegir.
Cuándo y dónde.
Y no respondo ante ti.
Por eso te toca vivir.
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